ARRIBA EL TELÓN

Cuando te confirman que tienes cáncer el mundo se para, y el futuro, tal y como lo concebías, deja de existir.

Aún no sabes cómo es, si está localizado o extendido, no sabes cual va a ser el tratamiento, ni qué probabilidades de sobrevivir tienes, pero sabes que no, que ya no puedes hacer planes. Trabajo, viajes, inversiones, estudios, todo, absolutamente todo pasa a segundo, tercer o cuarto plano. El telón se ha bajado y no ves nada más que una cortina pesada y opaca. Muy opaca. 

Sobre lo oscuro de esos momentos hay mucho que decir, pero ahora vamos a cuando ese telón vuelve a subir. 

Porque cuando oyes, “respuesta patológica completa” y “respuesta radiológica completa”, sube el telón de repente y suena tu canción favorita, y así, en un minuto, tu vida vuelve a cambiar.   

¡Y ahora es muuucho mejor! 

Podrás tener más o menos efectos secundarios, podrá esperarte una dura recuperación, pero oír que tu vida no corre peligro (de momento) es otro nivel de existencia. Con el cáncer y con cualquier otra enfermedad grave. La gente que sobrevive a un infarto siente algo muy parecido. La diferencia es que en su caso entre la bajada y la subida del telón pasa poco tiempo. Cuando tienes cáncer la cosa es mucho más lenta y trabajosa. 

Y esa subida del telón también hay que saber gestionarla, igual que la bajada. Pasada la euforia inicial muchas personas cuentan que no es fácil. Incluso los oncólogos te advierten de que puedes sentir un bajón de ánimo importante. Y es muy  lógico. 

Porque de repente tienes enfrente de nuevo el futuro. Pero uno distinto al que tenías, muy distinto. Porque sigues siendo un enfermo, pero ahora hay que reengancharse poco a poco a la normalidad. 

Esa normalidad para ti ya no será la misma porque, si no sientes ese bajón, estás eufórico mucho tiempo, eres feliz mucho y todo el tiempo, y claro, quieres hacer mil cosas en ese futuro que acaba de aparecer de nuevo. 

Por resumirlo mucho: pasado el primer mes, te das cuenta de que no tiene sentido sacar todo tu dinero del banco, vender las cuatro cosas que tienes e irte a Zahara de los Atunes a vender pareos, tomar mojitos y ver atardecer tras atardecer en la playa, que es lo que realmente te pide el cuerpo. No. Hay que seguir con la vida. Una vida que es la de antes pero al mismo tiempo es totalmente distinta. Probablemente de ahí viene la dificultad para muchos. 

Y si a la euforia no le acompaña un cambio real, consciente, y sostenido en el tiempo sobre esas cosas que cada uno sabe que son mejorables en su vida, será una pena. Se habrá desaprovechado una estupenda oportunidad que te da la vida. 

Foto de Kristopher Roller en Unsplash

Ahora, que hay empuje, ganas y fuerzas renovadas, es el momento de hacer esas mejoras. 

Si, el cuerpo está flojo, pero no hay excusa.  Hay que hacer ejercicio. Y no, no vale con pasear todos los días, no, hay que hacer ejercicio de verdad, entrenar, descansar y comer bien. El cuerpo así se irá recuperando. 

Y la cabeza…  si la llenas de ilusión, de planes, de cariño y de futuro, seguro que también va a mejor. 

Sin prisa, pero sin que pase un día sin dar un paso hacia delante, hacia donde quieras llegar. 

El telón se ha levantado otra vez, y hemos aprendido mucho. ¡A ponerlo en práctica!

¡Gracias por leernos!

Foto de cabecera Teatro El Milagro

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