QUIÉN Y CÓMO TE DICE QUE TIENES CÁNCER

Cómo se informa a un paciente de que tiene cáncer tiene mucha más importancia, para este, de lo que pueda parecer.

El cómo te dicen algo, sea una buena o mala noticia, no cambia los hechos que te cuentan, pero sin duda influye en tu reacción a esos hechos, y en cómo vas a vivir esa situación a partir de ese momento. El cómo puede marcar una gran diferencia.  

Si tu jefe te dijera que te ascienden y te suben el sueldo y, en vez de felicitarte y alabar tu buen trabajo, te dice que es porque eres la única que no le ha dicho que no antes, que en realidad no eres tan válida y que a partir de ese momento vas a sufrir de lo lindo para mantenerte donde te han puesto, es casi seguro que no vas a disfrutar mucho de tu ascenso ni de ese nuevo sueldo.

Pues cuando te comunican algo tan duro como que tienes cáncer, el cómo es casi tan importante como el qué. En algunos casos, como en el de un cáncer de mama, cuando te dan el resultado ya has pasado por una biopsia y es muy probable que solo estés pendiente de la confirmación de la peor noticia. Es muy probable que ya intuyas que tienes cáncer. 

Pero aunque sea así, esa noticia te cambia la vida, y no creo que nadie pueda olvidar quien, cuándo y cómo le dieron el diagnóstico de una enfermedad grave y cómo se sintió al recibirla. A partir de ese momento eres otra persona. Por eso, es fundamental que te lo cuenten bien y quien mejor te lo puede contar es un profesional del cáncer. 

El cáncer de mama lo “anuncia” un ginecólogo, cuando, en nuestra opinión, lo debería hacer un oncólogo. La diferencia de cómo maneja uno el lenguaje, la situación, la información y como lo hace el otro es abismal. Cada uno sabe de lo que sabe y sobre todo tiene oficio, sabe cómo encarar la cuestión, médica y psicológicamente. Sin duda mejor que te lo cuente un oncólogo. 

Os contamos brevemente el caso concreto que nos reafirma en nuestra opinión:

Tras un informe de biopsia en el que textualmente se leía “alta probabilidad de malignidad”, esperas prácticamente una confirmación. Sabes que hay poquísimas probabilidades de que se trate de un error. Lo has visto en la cara de la persona que te hizo la mamografía y en la de la que te hace la eco y la biopsia. Tú ya lo sabes. 

Así que cuando te sientas con el ginecólogo ya estás más o menos preparada para lo peor. Pero ojo, lo peor puede empeorar mucho si el ginecólogo no te da bien la noticia. Puede ser muy distinto si no te explica la diferencia entre unas métricas u otras y cuando tu preguntas por el estadio de tu cáncer, te dice que es “grado tres”, y cuando preguntas ¿tres de cuantos?, te dice “de tres”. 

La realidad es que en este caso del que hablamos, no estaba dando el dato del estadio, que se sabe más tarde, sino uno relacionado con la velocidad de crecimiento del tumor, (que nada tiene que ver con el anterior, que es el que todos conocemos y por el que un paciente primero pregunta, más que nada porque no sabes que el otro existe). 

Ese error, que jamás hubiera cometido un oncólogo, supuso un sufrimiento innecesario, una negligencia que no provoca daños físicos, pero que genera un miedo y un dolor innecesario a mucha gente. Hasta que un oncólogo confirmó que el estadio era el dos de cuatro la realidad es que piensas que tienes un cáncer muy grave, el más grave. Eso traducido en el idioma del paciente en ese momento es lo mismo que decir que te mueres… y esos  días de sufrimiento no se compensan con nada. 

Por supuesto que ese ginecólogo no fue consciente de lo que hizo, porque, por supuesto, no había maldad ninguna en su actuación. Era un buen ginecólogo, seguro que lo es. 

Pero debe ser siempre un oncólogo el que informe a un paciente de que tiene cáncer. 

Investigando sobre el tema lo primero con lo que te topas es con el Protocolo Baile-Buckman, o protocolo SPIKE, que se supone una guía de mínimos sobre cómo comunicar una mala noticia en medicina. Creado por los doctores Robert Buckman y Walter F. Baile, dicho protocolo consta de seis etapas que ayudaran al paciente a recibir la mala noticia:  

  • Preparación de la entrevista
  • Qué sabe el paciente
  • Qué quiere o quieren saber
  • Compartir la información
  • Identificar, aceptar y responder a las reacciones emocionales
  • Resumen y planificación del seguimiento

Seguro que no será el único método ni el mejor, “cada maestrillo tiene su librillo”, pero contiene lo que, visto desde la mirada del paciente, es importante. 

Nada en el caso contado en este post se pareció ni remotamente a lo que este protocolo propone hasta la primera cita en oncología. 

¡Gracias por leernos!

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